El jefe galo Moralelástix encomienda a Astérix el cuidado de un caldero lleno de sestercios, para que el dinero no caiga en manos del recaudador de impuestos del imperio romano. Bajo la custodia de Astérix, el dinero es robado, quedando solamente el caldero vacío con aroma de sopa de cebolla. Como la situación compromete el honor de la aldea frente a otro jefe galo, Astérix es desterrado, a menos que devuelva el dinero desaparecido. Obélix se autodestierra y acompaña a su amigo para llenar el caldero de dinero nuevamente y reparar su falta.